lunes, 19 de julio de 2010

CIUDAD CIUDADANÍA

a) Conceptos teóricos:

Ya desde su origen etimológico, la palabra “civilización” significa lo mismo que “ciudadanía”. Esto es, perteneciente a una sociedad que delimita su entorno geográfico de una forma particular y designa a cada individuo que lo conforma un rol específico para garantizar así la sobrevivencia del colectivo. Aristóteles, al plantear su idea del estado, hace énfasis en la conformación ideal que debe tener, las medidas del espacio público, las clases sociales entre los ciudadanos los derechos y consecuentemente la educación que debe proporcionarse a quienes lo conformen.

Para el pensamiento griego, el estado y la ciudad son una misma cosa, considerándose como orden absoluto lo que desde allí se plantee. Su relación con el exterior, es la competencia militar y comercial con otras ciudades-estado, con quienes compartiera una misma lengua, hábitos y tradiciones. Para garantizar su continuidad se plantea como una necesidad la supresión o asimilación de los “países bárbaros” y el dominio de la naturaleza por medio de la técnica. Quien sea participe de la milicia, el comercio, la técnica o la enseñanza de los principios de sus mejores hombres, tiene derecho a llamarse ciudadano.

Sin embargo, la ciudad-estado original de los griegos fue pronto superada conforme la guerra y el comercio los llevaron al imperio, lo que dio lugar a la idea romana de ciudadanía como un concepto más “inclusivo”, que ya no consiste en un estado homogéneo de prácticas y valores, sino en un ejercicio de la “prudencia” por parte de los ciudadanos, y una correcta administración de la justicia bajo responsabilidad del estadista.

El desarrollo de una civilización y su consecuente modificación del entorno están ligados por la cosmovisión que nazca del colectivo Si para los griegos de la antigüedad un ciudadano era otro semejante, todo aquél con quien se compartía un mismo espacio y cultura, para los romanos, en cambio, es simplemente otro habitante sujeto a la misma ley. La historia nos ayuda a comprender ésta diferencia como un cambio que ocurre según las formas de supervivencia de cada cultura. Así, los “pueblos bárbaros” no llegaron a conformar ciudades, debido a que originalmente obtenían sus recursos a partir del pastoreo y la recolección. Siendo la guerra su principal forma de interrelación con otras culturas. Mientras, el mito del nacimiento de Roma como una sociedad agraria a partir de la delimitación de un territorio para el cultivo obligó a que las labores se repartieran entre múltiples individuos asentados sobre un mismo territorio. El nacimiento del imperio como tal, es una mezcla de ambas visiones del mundo: la beligerancia hacia el exterior gracias a un “ejército bárbaro” y el orden interno garantizado por una estricta aplicación de la ley.

Sin embargo, el desarrollo del comercio fue borrando las diferencias entre distintas civilizaciones. Y una vez se comprendió que el universo no terminaba abruptamente donde la ciencia ni la técnica dejaran de tener control, la guerra dejó de verse como el principal motor de la historia y nació entonces la idea de ciudadanía como humanidad. Muchos han sido los debates en torno a éste punto.

Se plantean entonces dos cuestionamientos: ¿No es más bien que la visión comercial de todas las relaciones humanas terminó por imponer un tipo de orden en particular en perjuicio de otras culturas ajenas al desarrollo del capitalismo? ¿De qué manera debe plantearse entonces el orden para una mejor convivencia entre seres humanos. si el mismo capitalismo ha hecho uso de la guerra?

b) ¿Habitante o ciudadano?

De la manera más amplia, sociedad es como definimos a un conjunto de seres vivos con características en común, que se organizan para conseguir un mismo fín: La supervivencia. De la forma en que ésta organización se lleva a cabo depende la satisfacción de las necesidades de los individuos que la conforman, pero ésta forma a su vez, está determinada por las cualidades intrínsecas de cada uno. Los otros animales cuentan con mecanismos fisiológicos que los enlazan tanto a su entorno natural como al resto de su misma especie, lo que desde nuestra perspectiva llamamos “instinto”. El ser humano, en cambio, se encuentra virtualmente, desconectado de su entorno natural, y cuenta sencillamente con una capacidad de memoria mayor a la de muchos animales, capaz de modificarse según el entorno. Esta situación que lo coloca inicialmente en desventaja, le permite generar más tarde un código con todo lo que logra “aprhender “ de su entorno, y es lo que después de tantos miles de años, concebimos como “lenguaje” . Esto lo que posibilita que en conjunto, la humanidad acumule “conocimiento”. Este conocimiento es de donde el ser humano parte para modificar su entorno. Y dado que no nace con las conexiones neurofisiológicas que tienen los otros animales, se transforma a sí mismo al modificar su entorno de forma contínua.

Básicamente, podríamos decir, que toda construcción humana está hecha para protegerse de la naturaleza, delimitándola, nombrándola, transformándola. El único acceso a la naturaleza que el ser humano tiene después de transformarla, es su propio cuerpo, y es de éste punto de donde parten todas las ideologías que pretenden definir una “idealidad de ser humano”, lo que conocemos tanto como “religión”, “filosofía”, “política” o “pedagogía”.

En principio las primeras edificaciones humanas, tuvieron como objetivo procurar la transmisión de los conocimientos que han hecho posible transformar la naturaleza. Templos, teatros o campos de juego, son anteriores a la casa de habitación, pues funcionan como referentes para toda una comunidad organizada que ve en ellos el reflejo de su cosmovisión. A las primeras “ciudades”, diseñadas a partir de concepciones religiosas y astrológicas, les sucede la ciudad imperial, donde el comercio ha reemplazado a la técnica como organizadora del espacio público y posibilita la existencia de una clase dominante, que desligada ya de los roles en torno a un tipo particular de trabajo, recrea para sí misma un sitio de esparcimiento. Los jardines, plazas, balnearios y cotos de caza, nos hablan ya de una sociedad jerarquizada, con milicia, religión y comercio, al servicio de una administración pública con tiempo de ocio, pero sin espacio para el mismo.

Al menos en los países más desarrollados, no existe hoy la acumulación de suciedad y tóxicos que hace poco más de un siglo hizo perecer a cientos de obreros, pero existe un estricto control del espacio privado. Las empresas pagan ahora seguro por la salud de sus empleados, pero los someten a pruebas de polígrafo periódicamente. La “panopsis universal” de que hablaba Foucault, es ahora un hecho, sin que haya un centro de poder tras este tipo de control. Los derechos de propiedad intelectual pueden muy bien sustituír algunas de las garantías civiles; pero el ciudadano, propietario y soberano de su propia empresa, goza cada vez de menos libertad.

c) Cultura y ciudad, modelos de arquitectura basados en la economía.

Las ciudades Barrocas, que desplazaron a la ciudad amurallada de la edad media, tienen su propia historia; Jean Paul Sartre en su “Crítica de la Razón Dialéctica”, nos habla un poco sobre la distribución de espacios en una ciudad y su relación con la forma en que ésta se ha desarrollado. Nos pone como ejemplo ciudades de Europa y Estados Unidos, apuntando, que ciudades como Roma y París se desarrollaron a partir del campo, y en consecuencia, su orden es más aleatorio: los campesinos, comerciantes y obreros urbanos conviven en el mismo barrio. Situación que si bien puede acrecentar los contrastes, generan formas de coexistencia. En éste tipo de ciudades, el comercio se ubica al centro y los edificios gubernamentales en la periferia. Los Estados Unidos en cambio, donde la ciudad se ha desarrollado para asegurar una conquista, es otra variante de la ciudad medieval, construida para dominar el campo a su alrededor. Originalmente estaban fortificadas, con áreas asignadas para los colonos y para aborígenes, un área de comercio y otra de habitación bien delimitadas. En éste tipo de ciudades, el comercio se ubica en la periferia y los edificios de gobierno al centro.

Sin embargo, el ideal burgués de un espacio habitable pronto fue reemplazado conforme los medios de producción se alejaron de la coexistencia con la naturaleza. Lewis Mumford, en su libro “Historia de la Ciudad”, hace una revisión histórica de la forma en que la sustitución de los gremios artesanales por la fábrica y la de las prácticas agrícolas por las prácticas mineras generó en los últimos dos siglos, cientos de ciudades insalubres, construidas para albergar máquinas antes que personas, donde cada familia tenía derecho a una sola habitación, el ferrocarril era más importante que el agua potable y los gremios de obreros actuaban incentivados por el utilitarismo y la realización de la empresa individual.

Quizá la más acerba crítica más acerba a éste modo de diseñar el espacio habitacional sea el que hace Guy Debord en “La Sociedad del Espectáculo” cuando nos dice que “el esfuerzo de todos los poderes establecidos después de las experiencias de la Revolución francesa para acrecentar los medios de mantener el orden en la calle culminará finalmente en la supresión de la calle.”

Ciertamente, la ciudad industrial es ahora mucho menos insalubre que a principios del siglo pasado. Hoy en día existen reglamentos destinados a mejorar ésas condiciones que dañaban la salud y la convivencia de los trabajadores. No obstante, su tardía aplicación en los países menos desarrollados. El espacio ahora se diseña para garantizar el consumo y producción. Los sitios de esparcimiento se ven suplantados por centros comerciales, las tabernas por parqueos, las canchas por gimnasios. Todo como un esfuerzo por aislar a un individuo de otro, para continuar con la atomización de los esfuerzos individuales dentro de una sociedad que se regula ahora por medios electrónicos. En palabras de Debord: “ La ciudad no ha podido ser hasta ahora más que el terreno de lucha por la libertad histórica, y no su posesión. La ciudad es el medio ambiente de la historia porque es a la vez concentración del poder social que hace posible la empresa histórica y la conciencia del pasado. La tendencia actual a la liquidación de la ciudad no hace en consecuencia más que expresar de otra manera el retraso de una subordinación de la economía a la conciencia histórica”.