jueves, 3 de septiembre de 2009

LA FILOSOFÍA Y EDUCACÓN TRADICIONALES

LA FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN TRADICIONALES

BASES ANTROPOLÓGICAS

Desde su origen griego, el pensamiento occidental intentó formalizar un concepto de lo que significa Ser Humano, ya refiriéndose a sus características inmutables como ser vivo, ya enfocándose en lo que en él varía através de la cultura. Estableciéndose desde Parménides a Platón, pasando por Heráclito, la dicotomía que através de los siglos ha marcado todas las estructuras sociales planteadas por ésta cultura.

Platón define al ser humano como un impulso de conservación, al igual que todos los animales; con una inteligencia, que abarca tanto la memoria como el conocimiento técnico; y un alma o espíritu, que discierne entre los diversos conocimientos, y le impulsa hacia diferentes actividades.

Tenemos así que según èste modelo, actividades tales como las de comer, crecer y reproducirse, corresponden a las funciones nutritivas del alma. Sentir, moverse y desear, son funciones sensitivas; imaginar, percibir emociones y recordar son funciones apetitivas. Mientras que pensar, es la función racional que distingue al ser humano del resto de animales, la prueba del alma.

De aquí parte Aristóteles para distinguir las actividades del alma como nutritivas, sensitivas, apetitivas o racionales, según sea el fín al persiguen.

La cuestión que sigue, es ya de orden metafísico: la finalidad que tiene la acción humana, pues si se acepta que su existencia es, como dice Platón una verdad “necesaria”, su fín es llegar la realización plena de todas sus facultades. Pero si la finalidad de la alimentación es la nutrición y la del ejercicio el desarrollo del cuerpo, ambos considerados como bienes tangibles, el hambre y la necesidad de movimiento no son “Disposiciones del espíritu”, sino más bien apetitos que la naturaleza pone en todos los seres vivos.

Aristóteles considera el alma como una actualización de las potencialidades del cuerpo (a diferencia de Platón, él considera el razonamiento como una cualidad física del ser humano). Y haciendo una analogía entre las potencialidad y la forma que reconoce en los acontecimientos de la naturaleza, hace del Bien una finalidad inmanente del hombre. Pues la finalidad del hombre en cuanto que tal, es alcanzar el pleno ejercicio de las aptitudes de su alma. La felicidad, es entonces no un estado de ánimo, sino el equivalente del bien, un bien específicamente humano, que debe durar toda la vida.

Es entonces necesario guiarse por una razón práctica, el orden social debe ser planteado procurando el bien común, atendiendo siempre al desarrollo individual. (eudemonia, según Sócrates, que fue el maestro de ambos). ¿Pero cual es ése bien y ésa igualdad de desarrollo que hace la felicidad de todos los individuos? no basta con satisfacer los apetitos, pues las facultades apetitivas de unos compiten con las de otros. y como Aristóteles intentará demostrar más tarde, en su Etica a Nicómaco, la felicidad de cada hombre, aunque sea causa de un bien mayor para el estado, es algo que no apunta hacia normas generales de conducta. Lo Justo y Lo bello de Platón jamás llegan a unificarse en un Bien Absoluto, sino que depende, en todo caso, de cualidades innatas, que lo inclinan o separan de la vida contemplativa, otra idea de bien, plantado de acuerdo al orden aristocrático de las ciudades griegas.

EXCELENCIA Y VIRTUD

Dado que el comportamiento en el ser humano es resultado tanto de las disposiciones naturales de cada individuo como de los conocimientos adquiridos por quienes nos antecedieron en su interacción con la naturaleza (y por consiguiente deben ser transmitidas de una generación a otra), las definicione de Ser humano oscilan entonces entre posturas esencialistas o teleológicas:

a) como un retorno a las preguntas de partida, acerca de cuáles son las caracerísticas y potencias qué un ser humano necesita para alcanzar una vida individual plena y felíz, o bien,

b) en cuanto a la fínalidad que se persigue, o sea la conservación del estado.

Ya establecidas una jerarquía, una estructura de poder y un orden social, el problema que sigue es cómo mantenerlo. No basta con hacer leyes para castigar a quienes rompan el orden, se necesita también crear normas de conducta que permitan conservar el orden ante las presiones exteriores al núcleo social. Por ello, son quienes detentan el poder los primeros en plantear el problema. Tal fué Platón, quien se pregunta ¿Qué características son las que debemos perpetuar en los nuevos ciudadanos? ¿Son éstas características innatas que puedan ser moldeadas o simples actitudes que deban ser aprhendidas?.

Desde su diálogo Laques, Platón nos habla de dos padres que han presenciado el combate de dos hombres en armadura. Y que preocupados por la educación de sus hijos, preguntan a Sócrates si deben enseñarles ése arte, y cuáles son las otras artes y actividades recomendables para el hombre joven. De aquí en adelante, el díálogo se desplaya explicando qué es el valor, y concluye, muy acorde con las ideas políticas de Platón, que la milicia es recomendable porque contribuye a desarrollar el cuerpo y el espíritu, además de que en éste arte se funda la seguridad del estado.

Más tarde, Aristóteles llega a considerar la pedagogía como un instrumento del estado, al afirmar en su doctrina política que un estadista es alguien que contando con las virtudes necesarias, vela por el perfeccionamiento de los ciudadanos.

Si tomamos en cuenta que Sócrates fue condenado a muerte a causa de un conflicto de orden “pedagógico” (se le acusaba de ser un mal guía para los jóvenes atenienses). Podemos reconocer en éste hecho histórico uno de los primeros problemas planteados por las necesidades prácticas de la vida social ante la retórica sofista o el deliquio místico de atenienses. un conflictos por el control del saber y que dá cuenta el origen de la educación como una institución creada para reproducir el orden social.

El cultivo de cualidades que puedan llamarse exceletes es parte del bienestar individual y social, pero la importancia de adquirir tales cualidades o habilidades está en su ejercicio. De allí, que el término Areté, sea empleado en diferente sentido de Platón a Aristóteles, pues si para Platón significa una disposicón de ánimo a realizar lo correcto, como traducimos hoy en día “virtud”, para Aristóteles en cambio, la Areté es más bien vivir en el permanente ejercicio de la virtud, en todo caso, la durabilidad del bien viene a sustituír la felicidad. (a la disposición, Aristóteles le llamará Hexis).

El problema radica en que todas las facultades y funciones del alma pueden realizarse bien y de forma excelente, pero aún aquéllas actividades que no tienen origen en el razonamiento y son innatas en el ser humano (funciones apetitivas) pueden realizarse mal. El saber qué hacer para vivir bien es una facultad innata, nos dice Platón, unos hombres nacen con ésa predisposición y otros no. De donde surgen las diferentes funciones sociales y el orden del estado. La cuestión adquiere cierto carácter psicológico cuando Platón se pregunta en el Cratilo, sobre cómo llega el entendimiento a captar la esencia de ésas cosas, ¿Existe un raciocinio natural que preceda a la conciencia o es esta un resultado de la socialización?

Todos los filósofos han tratado el tema de forma ambigua. Para Platón, es obligación del propio individuo alcanzar el perfeccionamiento de sus facultades para el bien de sí mismo y de los demás (puede entonces haber personas con buenas cualidades innatas y sin embargo, no ejercerlas nunca como virtud).

Aristóteles por su parte, resuelve que hay dos modos distintos de razón, una teórica y científica, que genera conocimientos y distingue la verdad, capaz de ser modificada para un buen ejercicio del pensamiento, y otra más bien práctica, deliberativa, acerca del qué hacer, que rige a la moral, y es innata, por lo que no puede ser enseñada pero sí ejercitada. (Aristóteles nos dice que los niños no pueden ser felices, ya que no tienen el entendimiento necesario para juzgar si viven bien).

San Agustín y Kant se contarían entre los partidarios de Platón. Rosseau, Dewey y S.Mill. estarían entre los de Aristóteles.

Ambas posturas, aunque con diferentes aplicaciones, admiten una razón innata en el ser humano, y concuerdan en que es necesario ejercitar y desarrollar las cualidades naturales, así como aprender las habilidades con que se cumplen funciones dentro de la sociedad. El modo en que éste desarrollo se lleve a cabo, es parte de los diseños curriculares.

¿ARTE, HABILIDAD O CIENCIA?

Platón nos habla de varios tipos de excelencias: a) Las que se pueden transmitir através del aprendizaje. b) Las que se adquieren con el ejercicio. c)las que son innatas o connaturales. Y d) las que se reciben como un don de la suerte o los dioses.

El perfeccionamiento conlleva entonces diversas disciplinas, unas encaminadas a dirigir las facultades apetitivas y nutritivas, otras encaminadas a producir los bienes y útiles necesarios para la subsistencia; y otras cuya finalidad está en discernir cuáles son los deseos y conductas que deben realizarse, de cuya valoración, práctica y enseñaza se encargan los modelos educativos.

A la razón teórica le corresponde entonces decidir qué cosa es o no congruente con el estado, los individuos y la naturaleza, y las disciplinas que ayudan a desarrollarla serán la mátemática, la física, la teología y la metafísica. Tales disciplinas, aunque son consideradas un bien en sí mismas, no precisan ser llevadas a la práctica según el pensamiento griego, ya que su fín consiste en alcanzar la verdad y encaminar al hombre de estado hacia la contemplación.

La razón práctica, en cambio, cuyo fín es el conocimiento, que atañe a saber qué hacer y como hacerlo, tiene por disciplinas todas las que abarque el término praxis, pues su finalida está en crear (poiesis) bienes al servicio del hombre y producir conocimientos que le ayuden a subsistir, tales como los oficios, las artes, la enseñanza y la medicina. Estas disciplinas no tiene otro fín que realizarse correctamente, y su excelencia viene en función del prodúcto fabricado o el fín al que propenda. Es aquí donde nace la moralidad, la eupraxis. Saber discernir si es correcto hacer o no la guerra, si es necesario o no construír barcos, o practicar tal o cual tipo de enseñanza. Se convierten en nobles, cuando su fín sea noble.

Esta división de los diferentes grados de la razón y las maneras de llevar a cabo las actividades del hombre dentro del estado prevaleció tanto en Grecia como en Roma. Y configuró la división entre educación práctica y educación teórica; o entre educación moral y educación física según el positivismo. Estructura que perdura en diversos modelos educativos hasta nuestros días.

Según Aristóteles, la educación teórica abarca las ciencias antes enumeradas, pero interactúa con la razón práctica dictando las normas que se han de seguir de acuerdo con silogismos categóricos. Debe partirse de principios racionales, pero también nos dice que tales principios no necesariamente deben ser llevados a la práctica, y el buen ciudadano debe seguir consejos y actuar según sus deberes para con el estado, tomando como guía para sus acciones cotidianas el justo medio, que consiste en un relativismo que deja la decisión final a cargo de los dones naturales con que cuente cada individuo.

De ello deviene que la educación tórica se preocupe básicamente de la demostración de axiomas, que fueron de carácter lógico en el pensamiento griego y teológico en la retórica medieval. Pues la educación práctica, ligada a la manera de hacer las cosas, alacanza su perfección en la poiesis, o sea la técnica. Para las ciencias que parten de demostraciones racionales, pero que tienen una praxis específica, tales como la medicina, la arquitectura o la jurisprudencia, dicha perfección se llamará arte. Tanto para el pensamiento griego como para el greco-latino, se admite entonces una interacción constante entre la razón práctica, la ciencia y la moral.

Sin embargo, ya fuese por la debilidad de la estructura política romana alrededor del año 200 a.c, o bien la estrecha relación mantenida por el imperio bizantino con Persia durante los quienientos años posteriores, lo cierto es que el pensamiento grecolatino fue cediendo ante otras formas de pensamiento que confluían bajo el imperio, y que tenían su fundamento en experiencias místico-religiosas; esto se ve reflejado a nivel interno en el nihilismo que caracterizó a los estoicos y neoplatónicos de la última época: una lógica que empezaba a dudar de sí misma bajo el influjo, tanto de la escuela neopitagórica (que nunca dejó de ejercer su influencia entre los sectores religiosos de roma), como de las preocupaciones místicas planteadas por guías espirituales provenientes del cercano oriente. Esto dio lugar a una educación moral basada en la sentencia y los comentarios al margen de textos àrabes, griegos, persas o judíos, y una formación teórica basada en las categorías planteadas para Aristóteles, utilizadas únicamente para la demostración lógica de dogmas religiosos.

Con el advenimiento del cristianismo y la escolástica se plantea una división más estricta entre razón y moralidad de la que alguna vez consideró Aristóteles. A partir de San Agustín, ya no es la verdad algo asequible por la razón, ni por la ciencia, sino más bien una especie de don divino. Una verdad dada a priori, algo que no se aprende, sino exige un retorno al primer principo, cuyo orígen habría que buscarlo no en Platón, sino en autores como Anaxágoras, cuando al hablar de primeros principios, no se refiere al principio de todos los tiempos, como lo hacen cristianos, neoplatónicos y zoroastristas, sino a la esencia de las cosas, al punto de partida de todo movimiento. Claro, la historia nos dice que los escolásticos desconocieron a los presocráticos.

Con Santo Tomás, que hace de Dios una finalidad, nace la idea del mal como una falta de la razón, y dado que Platón admitía que el alma tiene apetitos irascibles y concupiscibles, el fín primordial de la educación más que desarrollar habilidades, consiste en aprender a dominar los instintos, pues de una u otra forma, la obra de Dios habría de realizarse. Durante toda la edad media la razón debe plegarse a los principios de la fe, en tanto que la moral consiste simplemente en un apego a la tradición.

Hasta donde vemos aquí, el perfeccionamiento moral pierde relación con el desarrollo intelectual, pues no será hasta principios del renacimiento cuando se adopte la demostración práctica como una necesidad de la argumentación teórica, sentando así las bases de la ciencia moderna. Fue necesario que cientificos como Leonardo, Kepler y Galileo separasen durante el renacimiento los conocimientos técnicos de las ideas religiosas para que la enseñanza replanteara sus contenidos y desplegara nuevos métodos. Que combinados con la idea de desarrollo de todas las potencialidades humanas, planteada por la antigua Grecia, dio origen al moderno concepto de progreso.

Esta revisión que tuvo lugar hacia finales de la edad media, y que hoy podríamos considerar espiritualista, produjo un cambio sustancial en la epistemología y la hermenéutica, pues la tecnología ya bastante desarrolladas para ése entonces, se mezcló con creencias cosmogónicas y ante la falta de un orden político que asignara roles sociales, todo el conocimiento se vio forzado a adoptar simbologìas herméticas para ser transmitido. Muchas teorías planteadas por éste pseudo-conocimiento influyeron más tarde en ciencias puras tales como la matemática, biología, física y química, Persistiendo hasta hoy, al menos como forma de expresión en conceptos tales como “número irracional”, “evolución de los seres vivos”, “peso atómico” o “relatividad espacio-temporal”, son herencia de una cosmogonía mísitca que se valió de métodos científicos para realizar sus demostraciones.

Durante el siglo de las luces, Kant intenta liberar al hombre de las trabas impuestas por la iglesia a la razón y formula tanto su crítica de la razón pura como la de la razón práctica, siguiendo el esquema aristotélico. Pero buscando un nuevo concepto para regir la moralidad, simplemente sustituye la fe por la volulntad. Ya que según Rosseau, la moralidad es prodúcto de ésa verdad necesaria que sugiere la capacidad de pensamiento en el hombre y su necesaria orientación al bien.

Kant, no hablará ya de consecuencias lógicas, sino de imperativos de diferente orden: técnicos, o sea reglas de orden, pragmático, o prudenciales, que sirven para alcanzar la felicidad, y morales. Los dos primeros, técnicos y pragmáticos, reciben el título de hipotéticos. Pues solo tienen validez cuando hay un fín. Los morales, en cambio, tienen el título de categóricos. Y tienen validez fáctica dentro dentro del desarrollo social, no son cuestionables, pero sí pueden ser conocidos. Muy acorde con Aristóteles, para él las facultades mentales no son fruto del conocimiento, al que incluso llega a despreciar, sino del entendimiento, que es una cualidad racional innata (saber cómo hacer las cosas en lugar de qué hacer). Claro, esto habrá de considerarse un corolario del crieterio Kantiano que considera a la razón pura como consecuencia de la voluntad y la razón práctica, y acorde con Santo Tomás, da a la conciencia y la moralidad mayor importancia que a la ciencia o el conocimiento. (Tómese en cuenta que Kant, pese a que aplaudía la Revolución francesa, era prusiano, y veía la obediencia como un requisito del buen ciudadano).

A diferencia de Aristóteles, Kant sí concibe el progreso renovado y dá mayor importancia al conocimiento empirico sistemático y experimental. Aquí se encuentran ya referencias a la educación pública y privada, pues considera la crianza como parte de la educación privada, destinada a la formación física del individuo.

Se considera educación física a un complejo de actividades cuya función es desarrollar una voluntad firme y conciencia clara frente al mundo, que prepare al ciudadano tanto física como mentalmente. De aquí en adelante, la disciplina será uno de los ejes centrales de la educación positivista. Nos dice que el libre albedrío tiene dos caminos: La norma de la prudencia, (que implica pensamiento activo), y la de la moralidad (que implica obediencia). No obstante, no llega nunca a conciliarlos, pues tal como para Platón, el juicio (capacidad para incluír lo particular en lo general y visceversa) es solo un talento particular, que puede ejercitarse pero no enseñarse.

La disciplina cumple así una función casi negativa en su totalidad. Es decir, se concentra en eliminar los efectos no deseados más que en formar el carácter del educando. Afirma que la labor de la disciplina es liberar la voluntad de la tiranía del deseo. Es decir, es importante para Kant que los niños aprendan la obediencia pasiva y la sumisión. Deben aprender a no cruzarse con la libertad de los demás.

Ya adquirida ésta disciplina, el educando debe entonces adquirir valores culturales, que consisten en conseguir para sí mismo bienes duraderos en su relación con los demás, lo que él llama desarrollo de habilidades y adquisición de talentos. Aunque no especifíca cuales son. Hace eso sí, diferencia entre talentos corporales, como la agilidad, fortaleza, equilibrio, e incluso el desarrollo de oficios y artes prácticos que contribuyan a darle valor al individuo dentro de la sociedad. Y otros, que tienen que ver con la aptitud de los sentidos para reconocer el arte, pues a diferencia de Aristóteles, que pensaba que las disposiciones de los sentidos eran innatas, él afirma que la percepción puede ser modificada por el conocimiento. Kant incluso llega a afirmar que la imaginación también puede ser educada. Las facultades de la mente no se hallan como acervos de conocimiento sino como talentos. Para él, hay solo conocimientos históricos y racionales. Que sería la dstinción que hoy hacemos entre ciencias humanística y técnico-científicas. No incluye dentro de éstos conocimientos la teología ni la metafísica.

Toda esta preparación tiene como finalidad la prudencia y la moralización de los individuos, en donde los actos morales ya no serán considerados en cuanto al fín que persiguen, sino como un bien en sí mismos, posición en la que continúa la versión aristotélica.

Pese a todo, encontramos en Kant una diferenciación distinta de valores en cuanto a fines. Nos plantea que hay una educación práctica, cuyo fín es el cultivo tanto de la mente como el cuerpo. Pero hay un adiestramiento moral, que consiste en alcanzar la libertad. Esto se corresponde con su teoría del Fenómeno y el Nóumeno, es decir, según la escolástica, la existencia física y la existencia del alma.

No podemos, sin embargo, deducir de ello que Kant halla tenido inclinaciones religiosas, pues constantemente señala a la metafísica como un vicio de la razón. Aunque termine por fundamentar su criterio de la moralidad en la existencia de Dios, nos dice claramente que sólo alcanzando la moralidad por la vía de la razón podemos preocuparnos por la religión.


A MANERA DE CONCLUSION:
La educación tradicional, parte de una definición de Ser Humano que separa el instinto de las capacidades cognitivas.
Al ser planteada desde las estructuras de poder, tiende a considerar las habilidades prácticas de forma peyorativa. Enalteciendo en cambio la contemplación y la elaboración de ideas abstractas.
Aunque sus contenidos se ordenan de acuerdo a un sistema de pensamiento centrado en buscar analogías y diferencias, las categorías que plantea se vuelven metafísicas al intentar explicar la esencia de las cosas y el fín del movimiento, dos dudas comunes tanto a oriente como occidente.
Ya que presupone al Estado, sus criterios morales se basan en el dominio del instinto y la persuasión de la voluntad através del razonamiento.
Al no encontrar explicación lógica a los fenómenos, tiende a crear categorías vacías, que dan cabida tanto a ideas místicas, religiosas, y hasta científicas.
Tiene por valores a seguir: La prudencia, la fortaleza física, el dominio de los sentidos, la obediencia, la habilidad retórica, y el ejercicio de la razón más que de la técnica.

miércoles, 7 de enero de 2009

GRIMA DEL AMANECER

El café de ésta noche se ha teñido de atentado. Afuera los gallos cantan, algunos camiones pasan a lo lejos por la carretera. Tiene razón Saint-exupéry, tiene razón Cortázar, ya nadie sabe crear lazos. Y a veces uno se encuentra realmente ab-zurdo hablando consigo mismo por la calle ante la maraña inmensa de los hilos, hilos de toda clase, de cabellos, de telarañas, y hasta de tripas.
Tal vez el problema sea que nuestra imagen del mundo nunca logra coincidir del todo con él. Cruzan por ahí unas palabras: soledad, cansancio, hastío, hambre. Suelen ser el mundo. Allí encuentro a muchas personas, gente que dibuja, silba, escribe, gente que me vé con insistencia. Pero cae la noche y nuevamente soy el no-individuo, el que se ata a la realidad mediante leves hilos, con ésa levedad tan parecida a la muerte, cuando en el extremo de cada hilo cuelga una máscara distinta, y la conciencia oscila en el vacío.
La locura más universal y mejor difundiad de todas es la que pretende reemplazar la muerte concreta individual por una muerte abstracta universal. Y no digo esto porque le tenga fé a la muerte, que eso es un asunto de religiosos, sino porque aún así no hubiese tiempo o conciencia, es la existencia lo que se termina, y es ahí donde es necesario nuevamente levantar la piedra, la estúpida piedra, y lanzarla sin saber si ha de romperse finalmente la delicada urdimbre que va hilándose en el tiempo con cada uno de nuestros actos.
A lo mejor al escribir no haga nada distinto de lo que hacían los adivinos chinos revolviendo palitos en una caparazón de tortuga, una manera de multiplicar el azar; Y el pensamiento es quizá como ése péndulo, oscilando entre un punto cualquiera de la conciencia y otro de ése medianamente comprendido y que llamamos tan poéticamente "universo". Si no fuera porque ese otro punto en la conciencia es también desconocido todo sería más fácil de entender.
Me suspendo idiotizado mientras desfilan frente a mí las horas, si leo lo mismo que invento no tiene sentido que tenga aúnn la luz encendida, ni estar despierto a estas horas. A veces las circunstancias solamente son el hábito a la oscuridad, una oscuridad hecha de íntimas carencias, que parecieran no tener importanica, pero que sumadas lentamente se convierten en una falsa imagen de libertad. (Estoy tratando de hacer una categoría entre la libertad y el libre albedrío y no me ha salido bien la cosa). Pero bien, el enredo solo es aparente, el tiempo transparente. Amanece otra vez, y camino con la niebla.