miércoles, 7 de enero de 2009

GRIMA DEL AMANECER

El café de ésta noche se ha teñido de atentado. Afuera los gallos cantan, algunos camiones pasan a lo lejos por la carretera. Tiene razón Saint-exupéry, tiene razón Cortázar, ya nadie sabe crear lazos. Y a veces uno se encuentra realmente ab-zurdo hablando consigo mismo por la calle ante la maraña inmensa de los hilos, hilos de toda clase, de cabellos, de telarañas, y hasta de tripas.
Tal vez el problema sea que nuestra imagen del mundo nunca logra coincidir del todo con él. Cruzan por ahí unas palabras: soledad, cansancio, hastío, hambre. Suelen ser el mundo. Allí encuentro a muchas personas, gente que dibuja, silba, escribe, gente que me vé con insistencia. Pero cae la noche y nuevamente soy el no-individuo, el que se ata a la realidad mediante leves hilos, con ésa levedad tan parecida a la muerte, cuando en el extremo de cada hilo cuelga una máscara distinta, y la conciencia oscila en el vacío.
La locura más universal y mejor difundiad de todas es la que pretende reemplazar la muerte concreta individual por una muerte abstracta universal. Y no digo esto porque le tenga fé a la muerte, que eso es un asunto de religiosos, sino porque aún así no hubiese tiempo o conciencia, es la existencia lo que se termina, y es ahí donde es necesario nuevamente levantar la piedra, la estúpida piedra, y lanzarla sin saber si ha de romperse finalmente la delicada urdimbre que va hilándose en el tiempo con cada uno de nuestros actos.
A lo mejor al escribir no haga nada distinto de lo que hacían los adivinos chinos revolviendo palitos en una caparazón de tortuga, una manera de multiplicar el azar; Y el pensamiento es quizá como ése péndulo, oscilando entre un punto cualquiera de la conciencia y otro de ése medianamente comprendido y que llamamos tan poéticamente "universo". Si no fuera porque ese otro punto en la conciencia es también desconocido todo sería más fácil de entender.
Me suspendo idiotizado mientras desfilan frente a mí las horas, si leo lo mismo que invento no tiene sentido que tenga aúnn la luz encendida, ni estar despierto a estas horas. A veces las circunstancias solamente son el hábito a la oscuridad, una oscuridad hecha de íntimas carencias, que parecieran no tener importanica, pero que sumadas lentamente se convierten en una falsa imagen de libertad. (Estoy tratando de hacer una categoría entre la libertad y el libre albedrío y no me ha salido bien la cosa). Pero bien, el enredo solo es aparente, el tiempo transparente. Amanece otra vez, y camino con la niebla.